David Kessler y Jack son dos
jóvenes estadounidenses que, con sus mochilas a la espalda, van a pasar tres
mesases recorriendo Europa. En Inglaterra, en una zona rural desolada, la gente
les da unos consejos escalofriantes: “no se aparten del camino y no se acerquen
a los páramos” y “cuidado con la luna”. Los jóvenes emprenden la marcha en la
oscuridad y oyen un aullido terrorífico procedente de los páramos, sin saber
que les persigue una bestia mítica sedienta de sangre. Las personas que mata
esa criatura se convierten en muertos vivientes que deben vagar por la Tierra
eternamente, pero aquél que escapa con vida tiene reservado un destino
diferente...
1981 fue un gran año para los licántropos.
Ese año vieron la luz The Howling, Wolfen y el clásico obligado del género que
es An american werewolf in London.
John Landis, su director, obtuvo
la inspiración para esta película durante trabajo como asistente de producción
en Kelly’s Heroes, al presenciar los rituales funerarios realizados por unos
gitanos en Yugoslavia para evitar que el difunto volviera al mundo de los vivos.
Tuvo que esperar bastante para poder concretarla, pero valió la pena la espera.
Las actuaciones son simplemente
geniales. Los personajes son creíbles y las interacciones entre David y Jack
(vivo o no muerto) están muy bien llevadas, sintiéndose como verdaderas charlas
entre amigos. Y es en estas escenas
donde se puede apreciar el humor negro de la película. Por ejemplo, lo primero
que hace Jack al aparecer frente a su amigo, antes de informarle de la maldición
que pesa sobre ellos, es intentar sacarle el desayuno. O cuando le cuenta que
tras su emotivo sepelio, la mujer de la que estuvo enamorado por años busco
consuelo en otro hombre...
El humor negro aumenta cuando
David incorpora nuevos muertos vivientes tras su primer “paseo” por Londres
como hombre lobo y estos le proponen distintas maneras de suicidarse.
Pero la película también tiene sus
momentos emotivos, como cuando David, consciente ya de su maldición llama a su
hogar tratando de despedirse, pero su hermanita no lo comprende.
Un aspecto que marea un poco son
las secuencias oníricas, en ocasiones hay 2 ó 3 dentro de otra mayor...
La elección de los temas musicales
se basa solamente en el hecho que hagan mención de la luna, incluyendo
canciones como Moondance de Van Morrison y Bad Moon Rising de Creedence Clearwater
Revival, entre otras.
Los efectos especiales son
espectaculares e incluyen la mejor transformación en hombre lobo que haya
presenciado el cine, No en vano se invento especialmente para esta película la categoría
de “mejores efectos especiales” en los Oscar. Y creo necesario aclarar que esto
se hizo completamente con FX prácticos, animatronics y prótesis. Es increíble
que, pasado tanto tiempo no se haya logrado una transformación más realista.
El final de la película es
abrupto, mucha gente que la vio me comento que no se lo esperaban y que creían
que a último momento iba a aparecer una solución mágica. A mí, en cambio, me
pareció un final apropiado. Después de todo, los hombres lobo son seres trágicos,
destinados a un destino peor que la muerte. Si no pregúntele a Larry Talbot...
En definitiva, un clásico
imperdible del genero. Lástima que su buen nombre se viese manchado por una
inferior secuela...